9:27 / Lunes. Enciendo el ordenador, caliento el café en el microondas, miro la agenda, leo el correo, saco el café del microondas y abro Facebook.
Scroll down. Subo y bajo. Bajo. Subo. Buceo. Pincho aquí y miro allá. No hay nada interesante, bueno, a ver, no es que no sea interesante vuestra vida, simplemente que no hay nada sorprendente. Está bien así, a mí me gusta. No hay grandes noticias. Ni buenas ni malas. Regalo varios ‘Me gusta’. Leo dos artículos. Veo tus fotos del sábado y me entero de cómo os ha ido el domingo. Los más nocturnos se juntan con los más madrugadores en las actualizaciones. Y de repente, me dan ganas de llorar.
Es una sensación que tengo desde hace tiempo. Una especie de nostalgia, rabia y desazón. Mezclada con una indiferencia (mal gestionada) por mi parte. Puede sonar muy triste pero para mí, Facebook es como un cementerio.
Vale que hago limpieza general cada cierto tiempo pero el olor a muerto y a rancio no se va. A ver, no es que tenga amigos muertos con cuentas de Facebook activas (¡no, por dios!) son otras movidas. Son amigas con las que no me hablo desde hace tiempo, son fotos de 2008 con esas amigas, son viajes con ahora casi desconocidos o amigovios sin señal ni cobertura. Tengo Facebook lleno de cosas inexplicables como quien guarda azucarillos de sus viajes (¿soy la única que cuando alguien le dice que colecciona azucarillos pregunta si vacíos o llenos? Me imagino que un sobre de azúcar es un objeto de bichismo fácil). También hay compañeros de clase con los que no tengo ninguna intención de tomarme una caña, gente de la universidad que dudo que vuelva a ver o gente que conocí un fin de semana en una ciudad random. No quiero decir que me sobre esa gente, ni siquiera me molesta. Pero pasear y verlos por mi Facebook es como estar paseando por el cementerio de mi vida. Están ahí, los puedo ver aunque en el fondo no están conmigo. Si apareciesen de nuevo me alegraría muchísimo pero también me daría susto y no sabría que hacer con ellos. A ver, no es que para mí estén muertos, es que estáis en otra vida que no es la mía. ¿Os estáis liando? Yo también.
Que sí, que menos mal que está Facebook para no perder el contacto y poder reencontrarse con gente pero, ¿contacto DE QUÉ? ¿Estar en contacto con alguien es recibir PASIVAMENTE fotos de su vida, de sus viajes, de sus perros? ¿Estar en contacto con alguien es darle ‘Me gusta’ a lo que dice sin ir más allá? Quizás el problema es que estar en contacto con alguien ahora es ‘tenerle de amigo’ en Facebook. Estar en contacto contigo ahora simplemente es tenerte de contacto. Y eso es muy triste.
Hay una teoría (el número de Dunbar) que dice que una persona puede prestar atención y dedicación como máximo a 150 personas. El resto es (eres, sois, somos) paja. Y en Facebook pasa lo mismo, coleccionamos cosas (gente) que nos cuenta cosas más o menos interesantes y que nos dan más o menos igual. Pero como cualquier álbum coleccionable, se puede perder. Yo perdí el mío de las Spice Girl sé lo que duele por experiencia.
Ante esta triste e inútil sensación solo veo dos soluciones (igual de malas):
1. Actualizar anualmente Facebook. Borrar histórico. Eliminar fotos. Que Facebook caduque. Que me refresque la vida. QUE OS PETEN.
2. No echarle la culpa a Facebook ni a la gente que tengo en Facebook (pobrecicos) y hacer cosas: Resucitar lo mediomuerto y matar lo que hace tiempo que no respira. QUE ME PETEN.
Aún así y a pesar de las frases lapidarias, las imágenes de amaneceres o los angelitos con purpurina, Facebook es y será mi cementerio favorito. Las cosas como son.
Mi primera foto en Facebook. Nochevieja 2008 en París. Con un ex-.
Deja una respuesta