Me acaba de venir a la cabeza una imagen súper lamentable de mi infancia y es estar asomada a la clase de guitarra viendo a las de mi curso tocar temarracos. Pero lo verdaderamente lamentable viene ahora: yo, esperando a que terminasen mis amigas apoyada en la pared del pasillo, estiraba las gomas de mi carpeta y hacía como que tocaba una cuerda de guitarra y susurraba bajito «Doooooooooo». Recuerdo ese guanggggggg de la goma de la carpeta verde perfectamente.
Te he mentido. Lo lamentable de verdad es que esa carpeta verde era la carpeta de mecanografía donde guardaba mis ejercicios de palabras aleatorias para ganar precisión y palabras por minuto. Odiaba la mecanografía profundamente pero mis padres le debieron ver más futuro que a la extraescolar musical. Odiaba esos días en los que mi amiga llegaba al cole con su guitarra a la espalda en su funda escocesa roja y negra. Odiaba que en mitad de religión, apareciese la señorita Patricia para sacar de clase a las guitarristas con el fin de ir a ensayar para algún festival o alguna canción de misa. Eso daba igual. A mí, la rancia de mecanografía -que se había sacado el cursillo en un séptimo piso sin ventanas en dos tardes- nunca venía a por nosotras dos (la empollona y yo) con buenas noticias.
Efectivamente la persona empollona de la clase y yo éramos personas distintas. Cris (besos, te echo de menos!) y yo éramos amigas y las únicas de clase que íbamos a la putamecanografía. Yo creía que a ella le pegaba todo porque me la imaginaba como secretaria de dirección y ella creía que para mí sería más útil porque pronto terminaría de escribir esa novela que había empezado por los agradecimientos y en los que por supuesto estaba Cristina, mis padres y Chayanne por ser la constante inspiración.
las falsas gafas las falsas gafas las falsas gafas las falsas gafas.
Una hora entera copierreteando unos folios requetefotocopiados a toda máquina y dándole bien al meñique. Tengo el ruido de las máquinas de escribir resonando en mi cabeza. tacatacatacatacatacatacatacatacatacataca raaaaassssssssssss. De aquel entonces creo que se me ha quedado la manía de estirar los meñiques con el pulgar de la misma mano cada vez que me atasco o no me sale alguna palabra. Recuerdo que hacíamos exámenes sorpresa de mecanografía, que ya hay que ser mala persona y la rancia se lo tomaba muy en serio y usaba rotulador rojo para tachar cosas en esos ejercicios de mierda. Luego mi madre por la tarde me preguntaba y yo cabizbaja tenía que admitir mis errores: «bueno, bien. En mecanografía he tenido 15 fallos porque he escrito todo el rato mal las falasas gafas».
La cuestión es que mis compañeras, a las que yo esperaba en el pasillo haciendo sonar la goma de la carpeta, tampoco han hecho carrera musical. De hecho, diría que algunas incluso escuchan a Bad Gyal. Mientras que yo… aquí estoy tecleando a toda pastilla. Eso sí, con los meñiques en el banquillo a punto de estirar.
klx.
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