No tengo que llevar tacones para que me escuchen mejor ni mi marido “me ayuda” en las tareas domésticas. No me sienta mal que me abran la puerta para dejarme entrar primero. No me gusta que me lleven las bolsas de la compra. No me han dicho nunca NO por ser mujer. Nunca he pensado que mi vida sería mejor siendo un tío.
En mi casa siempre han cocinado ellos y nosotras hemos montado los muebles de Ikea. Hemos llegado todos a la misma hora y hemos tenido todos las mismas condiciones. No se esperaba algo distinto de mí. Me hace risa el “a mí no me preguntes, solo soy una chica” y no sé si soy peor mujer por eso.
El 8 de marzo tampoco me parecía tan especial. Si queremos ser iguales, pensaba que nadie debería tener un día. No quería que me hiciesen sentir especial. Todos los días quería, y quiero, que sean mis días. Que todos los días sean los días de la mujer. Siempre me ha sobrado demasiado el “felicidades por ser mujer”, el toma descuentos para gastar, aquí tienes tus promociones en droguería, aspiradoras a mitad de precio, donuts con cobertura de fresa y material de oficina color fucsia. Que ojo, cualquier otro día me parecerían bien porque aplausos a los descuentos, bienvenidas las promociones, soy fan de mi aspiradora, me flipan los donuts y el color fucsia es bien bonito.
Sin embargo, varios años de carrera femenina en solitario por la vida me han dado la(s) suficiente(s) experiencia(s) como para sentarme en el suelo y gritar JODER, JODER, JODER.
El gran problema es que a veces, ni nos damos cuenta.
Para empezar, simplemente tu condición personal de ser mujer: el acecho de las pasadas de arroz, la soltería, lo rancia que eres si no das juego, lo suelta que eres si lo das. Que si dejar al novio, que si vivir sola, que si apañártelas sin nadie, que si mierdas vitales varias. La historia de la que más de una vez habrás oído hablar: Cuarentonas aburridas frente a cuarentañeros follables.
Por no hablar de los culos talla L, de las tetas caídas, del acné por los nervios, del pelo seco, del tinte amarillo, de los labios operados. De las dietas, del gimnasio, de los batidos detox, de las cremas de día, de noche, antiojeras, del serum, del acondicionador, de la mascarilla, del aceite de argan. Del secador, la plancha, el rizador, la laca, la espuma. De enseñar, de esconder, de tapar, de aumentar, de reducir. De elegir vestirte como y con lo que te salga del coño de dentro. Pero ni es tan fácil como parece ni el movimiento curve es tan transparente como lo ponen: Mango, Zara, Nike… gracias por hacernos a las gordas felices.
Después viene el enfoque profesional: la eterna becaria o la infinita secretaria. Que te llamen peque o chiqui en una reunión. Que pregunten siempre por tu jefe, que tengas que pensar cuándo quedarte embarazada para no joderlo todo o para que no te jodan del todo. Que te miren el escote o las piernas. Que no te llamen nunca por tu nombre. Que solo seas la rubia o la otra chica. Que eso sea de hombres, que aquello se les da mejor a las mujeres. Ser la que acompaña o la que ayuda. Hace un tiempo alguien trató de insultar a una mujer diciéndole que se fuese a vender pescado y mire usted, Hasta aquí hemos llegado
El aceite social sobre nosotras que somos agua.
Del trabajo a casa pueden pasar cosas. Puede que se te haga tarde y te toque volver ya de noche. Puede que esté oscuro y no tengas batería en el móvil. Puede que haya alguien esperándote en el portal muy a tu pesar. Puede que te pongas nerviosa. Puede que intentes obviar lo que acaba de pasar. También puede que a la mañana siguiente, a plena luz del día te pase lo mismo. Puede que esa tarde vuelvas a casa con las llaves en la mano. Puede que te hayas aprendido el teléfono de la policía de memoria o incluso puede que tengas que ir más de una vez a comisaría. Puede que pase. Puede que no sea tu marido, ni esté borracho, ni os acabéis de separar, ni estéis luchando por la custodia de los niños. Ojo, porque hasta puede que no vayas provocando. Puede que no sepas quién es. El problema puede que sea que él a ti sí te conoce bien. ¿Y sabes lo que te dirán? “Buena suerte ” (texto de cuando no me atreví a contarlo) o desgraciadamente: “tú también exageras” .
Y esta podría ser la vida de cualquier mujer.
Pero en este caso, es mi movida.