Hubo una época en la que los millennials eran considerados como caballeros del zodíaco, eran el anillo de El señor de los Anillos, la piedra filosofal de Harry Potter, el tronquito sabroso de la bolsa de pipas, la patata Deluxe en el paquete de las normopatatas, el dragón del horóscopo chino. Éramos lo mejor de lo peor.
Sin embargo, desde hace un tiempo miro a mi alrededor (donde ya solo hay señoras y señoros) y repasando el horizonte con el dedo índice cual Bustamante en un videoclip me digo «antes todos éstos éramos millennials».
Éramos el centro de atención, el foco de las marcas, el deseo de los viejales. Pero ya no. Todos querían ser millennials pero como ya sabréis: millennial se nace y no se hace. Algo bueno tenía que tener haberse perdido la locura drogainópata de los 80 y llegar -afortunadamente – tarde a la ruta del bakalao de los 90. Bastante lastre tengo yo personalmente por no recordar la participación de Azúcar Moreno en Eurovisión.
Nuestra vida como millennials no ha sido fácil. Hemos tenido que hacernos hueco en el sofá moviendo enérgicamente el culo entre los «efectiviwonder, yo es que soy de los benditos e irrepetibles 80» y los «a mí no me rayes en plan flamer que nací en plena crisis económica lol». De hecho, ya en el lejano pasado (2015) podías ver cómo se cruzaban titulares que decían «¿Pero quiénes son los millennials?» y al mismo tiempo «Olvidad a los millennials: 2015 es el año de la Generación Z» /o más conocidos como «esos niñatos de mierda»/. La cosa empezaba a pintar mal.
Los millennials somos la receta mejorada de los chiquillos de los 80 pero claro, seguíamos llevando aceite de palma, conteníamos trazas de frutos secos y obviamente teníamos gluten y lactosa. Los millennials hemos tenido siempre la mochilita de ser unos flipados pero creedme si os digo que no es fácil crecer leyendo la Súper Pop o la Bravo -por ti-. Cuenta la leyenda que algunos millennials se conectaban a internet en un locutorio pagando 6€ la hora. ¿Os imagináis la tara que eso conlleva? No tenéis ni idea.

La cuestión es que los millennials siempre hemos sido los guays de la pirámide demográfica, teníamos un noséqué que atraía a todo el mundo. Todos hablaban de nosotros y los rumores no paraban de circular. ¿Sabías que los millennials acabarán con las servilletas porque solo gastan papel de cocina? ¿Sabías que los millennials beben más manzanilla que los jubiletas? ¿Sabías que los millennials mucho hablar pero poco tiki-tiki? ¿Sabías que les encanta viajar como si fuesen ricos? …que si tienen dinero se lo gastan? …que prefieren no tener trabajo que estar en un trabajo que odian … que se enamoran por Instagram? …que se gastan 2000 euros al año en café? …que a veces se hacen pasar por personas normales?
Esta era la imagen que solía acompañar a los artículos, informes y explayaciones varias:
Pero la realidad ahora es más bien esta:
Hemos cambiado el quedar a las 00:00 por vernos a las 12:00, el botellón patrocinado por Knebep® y los hielos de la gasolinera por una tabla de quesos y un vino del Penedès. El Red Bull por una manzanilla con lavanda. Ya no compartimos casa por necesidad sino por gusto. Nos hemos enamorado vía app o red social pero, esta vez, de verdad.
La realidad es que el tiempo pasa: de todo ya empieza a hacer 10 años y todo empieza a estar cerca de los 40. Ya hay millennials que tienen un par de retoños, que están metidos en una hipoteca. Siguen con mayor o menor dignidad una rutina. Usan crema antiarrugas. Se pasan el domingo cocinando cremas con unas verduras que antes solo te planteabas tatuarte. Hacen cursos de pan. Ya no compran velas de Ikea. Han empezado a limpiar con amoniaco. Ordenan los cajones de calcetines. Compran comida para el perro mejor que la que comían ellos cuando estaban en su mayor esplendor. Se compran la Conga y ya piensan en el robot de cocina. Se alegran si los conciertos son en sitios con sillas. Lloran cuando recuerdan que los del 2000 ya andan por ahí follando. Han cambiado los tuppers reciclados de los chinos por tuppers de cristal. Ven por Twitter lo que pasa en la tele. Escriben quejas cuando no les tratan bien y vuelven al supermercado si se han equivocado en la cuenta. Han pasado de tener cactus a tener un tronco de Brasil. Compran zumo recién exprimido en Mercadona. Comen algas como snack. Si nadie les amenaza, agrede o insulta prefieren Uber o Cabify que ir en taxi.
Lo que no ha cambiado es que todavía usan filtros de animales y siguen teniendo una hostia. Seguimos, porque ser millennial ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
Deja una respuesta